Mi padre fue un ilegal en los Estados Unidos, en los años 60. Me imagino que difícil era la situación de él y muchos dominicanos, la gran mayoría analfabetos y procedentes de los campos más remotos de nuestro país. Por la memoria de mi padre, ilegal y analfabeto, pero con una honestidad de acero y que ha sido mi gran herencia, me declaro defensor de los derechos del inmigrante, sin importar su raza ni su condición legal.
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